Promover e impulsar fraternal y alegremente
el vínculo con Dios, Cristo y María,
el fortalecimiento y conquista de la santidad de la vida diaria
y el empeño apostólico por transformar cristianamente el mundo,
como instrumentos marianos,
a través de encuentros varoniles de oración y Eucaristía
de madrugada en santuarios, ermitas e iglesias.
Conclusiones generadas en el XVIII Encuentro de Madrugadores Aconcagua 2023:
Es un desafío real que implica varias dimensiones:
1. Nuestra imagen y experiencia de Dios: ampliarla y llevarla a la vida en todas sus dimensiones. Una mirada orgánica de Dios y lo creado.
2. La necesidad de cultivar una actitud de escucha, observación, conexión e integración de la realidad. Un desafío para el varón que naturalmente busca resolver y esta actitud supone observar, escuchar y empatizar.
3. Estar presente, pero con una mirada trascendente (Dios que habla en todo y en todos). Unir Dios y vida. Todo puede ser un mensaje de Dios.
4. La escucha es una necesidad prioritaria: escucha del propio interior y la escucha de los demás y el entorno. La escucha es el oído para escuchar a Dios.
El amor es el fundamento de la solidaridad y nos desafía en diversas dimensiones:
1. A decidirnos por colocar el amor en el centro de nuestras vidas y de nuestras opciones.
2. A salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás y de la realidad, superando la tentación del espacio seguro y conocido, así como del egoísmo, la indiferencia y la autosuficiencia.
3. A rescatar la gratuidad del amor cristiano, que se entrega sin esperar recompensa, retribución o reconocimiento.
4. A animarnos y ayudarnos en comunidad, para crecer en nuestra capacidad de amar, desarrollando una solidaridad comunitaria, concreta y, también, espiritual.
5. A atrevernos a conocer y empatizar con los demás y nuestro entorno.
6. A crear estructuras, modos y formas que hagan concreto el amor en justicia, dignidad y servicio.
7. A pasar de la solidaridad asistencial a la solidaridad vincular.
Siendo parte activa de la vida de la iglesia, la sinodalidad nos plantea los siguientes desafíos:
1. Fortalecer el camino sinodal que hemos recorrido como comunidad de madrugadores: el encuentro, la vida de oración, la fraternidad, el diálogo y la corresponsabilidad, con un marcado acento laical y eclesial.
2. Participar activamente en las instancias eclesiales para compartir y servir desde nuestra originalidad y misión.
3. Profundizar y desarrollar la dimensión peregrina de la Iglesia, especialmente en la capacidad de escucha, diálogo y acogida. La crisis eclesial nos ha exigido la humildad necesaria para vivir y trasmitir nuestra misión.
4. Crecer en dos dimensiones: integración de jóvenes quienes, descubriendo el carisma del madrugador, puedan reencantarse con la fe y la vivencia de Iglesia; y llegar a comunidades rurales y de base, para fortalecer a las comunidades parroquiales.
5. Poner nuestro ser y misión al servicio de esta hora de la Iglesia.